¡Vaya en el problema que estamos metidos!
La semana pasada cientos de alumnos se citaron en las universidades para demostrar el trabajo y esfuerzo de no solo unos meses de estudio, mejor dicho de años. La prueba de “selectividad” donde uno tanto se juega.
Leí en los periódicos que hubo cierta polémica sobre las diferentes pruebas que tuvieron que realizar. Y la verdad que poniéndome en la piel de esos alumnos, tiene que ser frustrante que haya tanto en juego, exactamente su futuro formativo, y que por criterio del profesorado que elaboró los exámenes, tengas que estudiar una carrera universitaria u otra.
No entraré a valorar si es justo o injusto, lo verdaderamente importante es que es real. Al igual que el futuro laboral de los jóvenes cuando terminen la carrera universitaria.
¿Quién les promete que al finalizar sus estudios van a poder adentrarse en el mundo laboral? Es más, ¿y que tenga relación con lo que han estudiado?
Esta generación está inmersa en una era donde prometen un futuro laboral tras un gran esfuerzo formativo y la realidad es bien distinta. El sistema te conduce a seguir formándote en másteres y postgrados, pero mi pregunta es, ¿con qué finalidad?
Muchos son los culpables, pero los menos culpables son estos jóvenes que decidieron apostar por una formación, sin ser conscientes que no se les estaba mostrando el mundo real. Solución; antes de elegir una carrera universitaria o tomar una decisión formativa hay que “descubrir a qué dedicarte”. Y partir de ahí, dirigir dicha formación hacia un fin concreto, sin esperar promesas de nadie.
¿Alguna recomendación? Ayudar a los jóvenes a que desarrollen cada una de sus aptitudes, capacidades y competencias. Capacitarlos de una actitud crítica para hacer frente a cada una de las experiencias que tienen a diario. Y sobre todo, que aprendan a creer en sí mismos. Esto les permitirá tomar el control de su futuro.